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LA CRISIS DEL “CHILEAN DREAM

Cuando la gente está cómoda con su vida personal, los procesos sociales se tornan más difíciles de predecir y se tienden a ignorar. Era extraño que tuviéramos acceso a datos […]

Autor: José Miguel Ventura - 22 junio 2022

Cuando la gente está cómoda con su vida personal, los procesos sociales se tornan más difíciles de predecir y se tienden a ignorar. Era extraño que tuviéramos acceso a datos que mostraban a Chile como unos de los países más felices del mundo, pero nunca reparamos que se hablaba de felicidad individual, no grupal. Que la educación de mis hijos fuese bien evaluada, pero la educación chilena, no. Que la seguridad social estuviera en indicadores de alarma, pero la seguridad personal percibida estaba mejor. Que la banca, las AFP, las Isapres, el transporte, fueran mal evaluados como industrias, pero los indicadores de satisfacción personal de estas mismas categorías no representaban la realidad grupal sino la individual, y estos indicadores no eran bajos… al menos no para alarmarse.

Este proceso de comodidad personal, de individualismo quizás generado y promovido por el modelo regente, hace que la pertenencia se empieza a sentir con cosas cada vez más reducidas. Nos empezamos a distanciar con todo lo que es percibido más masivo. De lo grupal.

Los seres humanos tenemos una necesidad intrínseca de pertenecer a grupos. El problema es que se empezó a renegar de la identificación con los grupos sociales. La afinidad se empezó a indexar a mis amigos, mi familia, los míos. En general, se tendieron a valorizar todos los entornos en donde yo tengo el control sobre lo que me pasa. A estos entornos más pequeños los empezamos a llamar comunidades. Y donde no poseo control, le empezamos a llamar sociedad, básicamente en donde deciden por mí. Y empezamos a alejarnos de este constructo pues nadie se siente cómodo sin tener el control sobre lo que le pasa.

La falta de control dentro de la sociedad se fue incubando, como así también el malestar por ello. Este malestar nos llevó a sentirnos vulnerables. El tema es que escuchamos constantemente que cuando existe una población vulnerable, esta genera reacciones rápidas de atención. Genera un revuelo social, pues se siente que algo se está haciendo mal y debe corregirse de forma inmediata. No ocurre así cuando en vez de ser alguien vulnerable, se nos trata como minoría. Básicamente una minoría no existe o no requiere la misma atención. El problema es que se empezó a tratar como minorías, invisibilizando sus problemas a segmentos que nos son minorías: adultos mayores, clases de más bajos recursos, mujeres, homosexuales, pueblos originarios, etc.

Estos grupos empiezan a converger en una sensación de malestar pues se cansaron de ser tratados como minorías. Y potencian la convergencia en esta sensación. Y se crea por primera vez en muchos años una pertenencia social. Pertenecemos al grupo en donde no tenemos el control de nuestras vidas.

En paralelo corre además el “real adoctrinamiento” (dado que esta semana se puso de moda esta frase) al que se nos sometió el cual hablaba sobre el desarrollo del país en base a dos aristas: El progreso económico y el progreso tecnológico. Ambos asociados fuertemente al poseer cosas. Al consumo. Y se nos dio a entender que eso era ser civilizado. El tema es que ser civilizado no significa tener desarrollo en estos aspectos. Implica tener desarrollo humano ante todo.

Y justamente el consumo viene asociado fuertemente al foco de todas las políticas sociales de los últimos 40 años: generar Acceso. Se promovió fuertemente que los chilenos pudieran tener acceso, en la mayoría de las veces desde el consumo, a una mejor vida. A poder tener y sentir bienestar a través del acceso a bienes y servicios, y con ello al tan ansiado control de nuestras vidas.

Y hoy cumplimos el “Chilean Dream” del acceso… y seguimos sin tener el control sobre nuestras vidas. Y siguen siendo los mismos de siempre quienes tienen el control… y hoy nos venden el acceso. Y se perpetúa el círculo vicioso. O se perpetuaba. Y el círculo quizás hoy se trizó.

Autor: José Miguel Ventura -